San Pablo es una gran ciudad. Sin dudas que es de las más populares en Brasil. Hay mucha cantidad de personas, de edificios altos y de autos. La palabra embotellamiento es un sinónimo de esta ciudad. Muchos autos, poco espacio. Si bien hay diferentes autopistas no dan abasto con la cantidad de vehículos. Este es un problema que a más de un brasileño le quita el sueño. No sólo porque el que vive ahí lo sufre sino porque San Pablo va a ser una de las sedes de Brasil 2014 y este problema van a tener que solucionarlo. La cantidad de turistas va a ser mucho mayor y va a ser un verdadero caos.
Antes de partir hacia el estadio agarré mi bolso en donde llevaba las entradas y la cámara de fotos; entre otras cosas. Salí con mucho tiempo de anticipación, vaticinando una posible demora en el transito. Del hotel al estadio, en una ciudad normal, estabas en 15 minutos en auto. Pero en San Pablo fueron 40 minutos. El partido empezaba 21.50, yo salí rumbo hacia el Pacaembú a las 19.30 hs. Dicen que hombre precavido vale por dos.
El trayecto fue bastante placentero dentro de todo. Pasamos por el teatro municipal y por una serie de edificios que pertenecen a un poderoso empresario de Brasil. Cualquiera al toque se habrá dado cuanta que era turista por que miraba todo sorprendido y porque no paraba de sacar fotos. A unas seis cuadras del estadio ya se empezaba a notar clima de final. Estaban esos hinchas que llegan horas antes a las canchas y se quedan ahí tomando una cerveza. Había un montón de puestos improvisados en la calle que te vendían desde un gorro del Santos hasta una taza para tomar café. Todos miraban, nadie compraba. En la puerta G unas 25 personas agrupadas en filas esperaban ansiosas que se abra la reja para ingresar al estadio.
Al entrar al estadio no lo podía creer. Estaba en el mítico Pacaembú. Un estadio con mucho pasado que carecía de presente. Ya no se vivían grandes emociones, grandes competiciones. Aunque ese día revivió el pasado. Volvió esa noche de final de Copa, esa que desde que comienza el partido hasta que termina uno lo vive nervioso. El estadio se quedó en el tiempo. Tenia esas paredes de casas antiguas y con asientos no muy cómodos. La construcción de las tribunas eran muy raras, en especial la que esta del lado derecho de las cabinas de televisión. Era una tribuna separada de las demás, muy empinada, en donde entraban muchas personas. Faltando media hora para el partido el estadio se llenó, no cabía un alfiler. Los del Santos alentaban, los de Peñarol respondían. En la ida habían empatado 0-0 y en esta noche se definía el campeón. Al salir los equipos se desató una serie de bengalas que decoraban la escenografía aunque no fueron tantas como en otras oportunidades pero sirvieron para motivar a los jugadores.
El partido empezó con un Santos yendo a buscar con todo el gol y con un Peñarol que se defendía y atacaba de contra. Hubo muy poco en lo futbolístico. Las personas en la tribuna estaban expectante y con mucho nerviosismo. Adelante mío una señora de unos setenta años se comía las uñas. En el costado derecho un señor de mucho peso protestaba cada vez que el Santos perdía la pelota y despotricaba contra Muricy Ramalho, técnico del Santos. Un chico de unos 10 años en brazos de su papá miraba el partido con un corte de pelo idéntico al de Neymar. En el estadio había más de mil personas con ese corte.
El segundo tiempo comenzó y de entrada hace el gol Neymar. La gente lo gritó consciente de que todavía faltaba mucho tiempo para que termine el partido, aunque sirvió para desahogarse. Luego llegó el gol de Danilo. Este se gritó más alocadamente y para muchos fue tranquilizador. El gol de Peñarol faltando siete minutos para que termine el partido le puso un toque de suspenso al final de esta historia. Pero no iba a poder con el Santos que a base de futbolistas jóvenes supo armar un gran equipo. Marta, una hincha del Santos que va siempre con la Torcida Jovem , al finalizar el partido expresó:”Es una emoción muy grande. La verdad que yo tengo 43 años y siempre esperé este momento. Poder ver ganar a mi equipo la Copa Libertadores es algo inexplicable. Y ahora vamos por el Mundial de Clubes”.
Adelante mío la señora mayor como podía saltaba de alegría. En el costado derecho, el que estaba molesto con Ramalho, no paraba de cantar agitando una bandera. El nenito se abrazaba a su papá que lloraba de alegría. Algunos usaban sus celulares para comunicarle a sus conocidos la buena nueva. Todo era alegría, todo era emoción; el Santos fue el campeón.
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